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El mar y la ciencia: investigación científica sobre el mar y el cambio climático en Colombia

By Edisson Aguilar

August 11, 2013

El Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras “José Benito Vives de Andreis” (INVEMAR), ubicado en la ciudad colombiana de Santa Marta, en el departamento del Magdalena, ha desarrollado desde el año 2000 una investigación pionera sobre los posibles efectos del cambio climático en las costas y mares colombianos, a través de la construcción de escenarios de riesgos climáticos y de vulnerabilidad para los años 2019 y 2100. Su importancia radica en que es el primer estudio sobre el impacto del cambio climático en los ecosistemas marinos y costeros que se efectuó en Colombia, y en que sus hallazgos han trascendido el ámbito académico al insertarse en la creación de políticas públicas nacionales y locales, hecho que muestra la importancia de las estrategias de comunicación de la academia para acercarse a los tomadores de decisiones.

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En el marco del proyecto “Ciudades colombianas y cambio climático”, trabajado en conjunto con la Agencia Francesa para el Desarrollo, Fedesarrollo y la Fundación Ciudad Humana; el Instituto de Investigación y Debate sobre la Gobernanza (IRG) identificó diferentes experiencias que aportan a la reflexión sobre la adaptación y/o mitigación del cambio climático. La investigación del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras “José Benito Vives de Andreis” (INVEMAR) sobre los efectos del cambio climático en el mar y los ecosistemas costeros es una de ellas; su importancia radica en que es el primer estudio sobre el impacto del cambio climático en las costas que se efectuó en el país, y sus hallazgos han trascendido el ámbito académico al insertarse en la creación de políticas públicas nacionales y locales, hecho que muestra la importancia de las estrategias de comunicación que usa la academia para acercarse a los tomadores de decisiones.

El aumento en el nivel del mar es un tema que preocupa a científicos, políticos y organizaciones ambientalistas alrededor del mundo. Se trata de uno de los efectos más problemáticos del calentamiento global, pues podría afectar negativamente el desarrollo socio-económico de las regiones costeras al hacer difícil o incluso inviable la industria, el comercio, la pesca y el turismo, ocasionar peligrosas inundaciones y poner en riesgo a ecosistemas frágiles como los corales y a diversas especies marinas. Colombia tiene una amplia y compleja zona costera: en la parte norte del país se encuentra el atlántico y al occidente el pacífico. Estas dos regiones tienen particularidades geográficas, sociales y económicas que inciden en la forma en que se gestiona (o no) la adaptación al cambio climático; la diversidad de las costas colombianas hace que el manejo de problemas como el aumento en el nivel del mar sea indisociable de la producción de conocimiento científico-técnico. En este caso es preciso pronosticar, con un nivel aceptable de certeza, en cuanto aumentará el mar en determinados escenarios climáticos y para esto se necesitan investigaciones cuya metodología no es fácil de replicar en contextos donde los datos históricos sobre el clima son incompletos y los equipos técnicos para hacer las mediciones escasean.

En ese escenario ha operado, durante cincuenta años, una institución encargada de producir conocimiento científico sobre el mar y los ecosistemas relacionados: el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras “José Benito Vives de Andreis” (INVEMAR), ubicado en Santa Marta, la capital del departamento del Magdalena, en la costa caribe colombiana. Este instituto ha sido pionero en la realización de estudios sobre el impacto del cambio climático en el mar, aportando valiosos insumos para la construcción de políticas públicas sobre el tema.

El instituto nace en los años 60 por la iniciativa de una universidad privada colombiana, los Andes, con el apoyo de una universidad alemana y con recursos del gobierno de ese país, concretamente del estado de Hessen; y también con la colaboración decidida del entonces alcalde de Santa Marta José Vives (en homenaje, el instituto lleva su nombre). Su labor empezó como una “ciencia de exploración”, para usar el término del historiador George Basalla, al orientarse al reconocimiento y sistematización de la naturaleza, que es la primera fase del desarrollo científico en cualquier territorio, pues garantiza la acumulación de conocimientos suficientes como para poder intervenir la realidad. En este caso se trataba de conocimiento útil en la conservación de la biodiversidad, que ha derivado con el tiempo en análisis especializados sobre los impactos de la variabilidad y el cambio climático en los territorios y ecosistemas costeros. Precisamente, la historia estará centrada en la investigación pionera que el INVEMAR llevó a cabo entre los años 2000 y 2003 y 2005 y 2008, para calcular la vulnerabilidad de las zonas costeras colombianas frente a un eventual aumento en el nivel del mar (ANM), causado por el calentamiento global, llevada a cabo en dos fases, una para elaborar las mediciones técnicas y otra para proponer alternativas de adaptación en ciudades con altos niveles de riesgo.

De la investigación pionera a los planes de adaptación y la incidencia en política pública

INVEMAR lleva a cabo tanto investigación básica como aplicada, esta última pensada para incidir en política pública. De acuerdo a las investigadoras Ximena Rojas (bióloga marina) y Anny Zamora (economista), miembros del Programa de Investigación para la Gestión Marina y Costera -GEZ- del INVEMAR, su programa es el encargado de realizar la mayor parte de la investigación aplicada del instituto y ha sido el ejecutor de las investigaciones relacionadas con el cambio climático. Su objetivo primario se define así: “promover y hacer investigación que incorpore el conocimiento científico en el manejo integrado de zonas costeras, implementando conceptos, metodologías, técnicas y herramientas para contribuir al desarrollo sostenible y gestión de las zonas costeras”1. Se trata de un grupo interdisciplinario conformado por biólogos, geógrafos y economistas especializados en la gestión costera, dirigido por Paula Cristina Sierra, bióloga marina y magister en ciencias de la tierra del International Institute for Aerospace Survey and Earth Science.

El interés por el aumento en el nivel del mar a causa del calentamiento global surge en los años 80 cuando se iniciaron algunas estimaciones, pero es hasta los 90, con el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), que estas se hacen más precisas (al adoptarse una metodología estándar). Los estimativos señalan que con un aumento de 4 grados centígrados en la temperatura del planeta, los mares podrían tener incrementos de entre 50 cm y 1 metro para el año 2100. Los científicos del IPCC han alertado a los gobiernos de los países costeros sobre este peligro, y en INVEMAR se consideró pertinente comprobar si los escenarios pronosticados por el IPCC aplicaban para las costas colombianas. Investigaciones como esa son importantes al arrojar pronósticos, que aún con altas dosis de incertidumbre, pueden informar la toma de decisiones sobre el uso de la tierra en zonas costeras. Sin embargo, bajar al nivel regional y local las mediciones del IPCC no es tarea fácil: requiere de recursos considerables e información técnica que por lo general es incompleta.

En el año 2000 arrancó el estudio “Definición de la Vulnerabilidad al Cambio en el Nivel del Mar de Sistemas Biogeofísicos y Socioeconómicos en la Zona Costera colombiana (Pacífico, Insular y Caribe) y Medidas para su Adaptación”, ejecutado por el INVEMAR y financiado por el Programa Holandés de Asistencia para Estudios sobre Cambio Climático (NCCSAP, por sus siglas en inglés). El gobierno holandés suele delegar en los ministerios de medio ambiente de los países beneficiarios el manejo de los proyectos, y en este caso INVEMAR, como una de sus entidades adscritas, fue la encargada de dirigirlo. Según las investigadoras Rojas y Zamora se adoptó la metodología del IPCC, que consta de siete pasos:

  • 1) definición del área de estudio;

  • 2) inventario de las características del área;

  • 3) definición de escenarios;

  • 4) evaluación de los cambios físicos y naturales resultantes; 5) formulación de las estrategias de respuesta;

  • 6) evaluación del perfil de vulnerabilidad; y,

  • 7) elaboración de un plan de acción.

La definición del área de estudio y el inventario de las características (que incluía aspectos geográficos, biológicos, socio-económicos y de gobernabilidad) se hizo básicamente a través de consultas en fuentes secundarias; por su parte, la construcción de escenarios y la evaluación de los “cambios físicos y naturales” se elaboró con datos históricos (entre los años 1941 y 1994) de las estaciones mareográficas de Cartagena y Buenaventura y otros de las estaciones de Panamá, que fueron procesados mediante sistemas de información geográfica (SIG) para representar el cruce entre los escenarios de calentamiento global definidos y el posible aumento en el nivel del mar que ocasionarían.

Con los datos históricos se determinó que en ese periodo de tiempo el mar había aumentado unos 10 cm en el Caribe y 22 en el pacífico. Se plantearon dos escenarios, simulados para los años 2030 y 2100, cruzando variables demográficas, naturales y socio-económicas para determinar qué tan vulnerables serían las costas frente al aumento en el nivel del mar; y se encontró que aumentarían la erosión, las inundaciones, la salinización de los acuíferos, la perdida de tierra utilizable, la destrucción de corales y manglares, la afectación de infraestructuras urbanas, entre otras, pero que quizá “la principal influencia del Aumento en el Nivel del Mar -ANM- sobre los ecosistemas marinos y costeros se derivará, previsiblemente, de la rapidez y magnitud con que cambien los valores medios y extremos, ya que se espera, que el ANM sea más rápido que la resiliencia de estos sistemas”2. La medición de la vulnerabilidad se hizo en un escenario “pesimista” (mayores ANM y conflicto armado, y menor PIB) y otro “optimista” (menores ANM y conflicto, y mayor PIB), pero para ambos la principal conclusión es que, con las capacidades actuales, la posibilidad de enfrentar adecuadamente los efectos del ANM es muy reducida. Una de tantas barreras que dificulta la adaptación tiene que ver con sus costos: solo para las zonas “críticas”, aquellas que enfrentarían un ANM de 1 metro, las medidas de protección costarían aproximadamente a un 3% del PIB colombiano del año 2001.

Esta investigación no solo es importante por ser pionera en el estudio del cambio climático en Colombia y haber sido usada como insumo en la segunda comunicación del país frente a la Convención Marco de la ONU, sino por medir la vulnerabilidad ante riesgos climáticos (así esté concentrada en el ANM) para la zona costera (es bien sabido que en el país el cálculo de la vulnerabilidad ante amenazas climáticas es incipiente) y proponer un plan de acción que identifica los temas prioritarios que deben atender los gobiernos locales y regionales si quieren poder adaptarse a los efectos del cambio climático en los ecosistemas marinos y costeros. Como dicen las investigadoras Rojas y Zamora, desde la investigación aplicada del instituto siempre se busca incidir en la política pública, en este caso a través de cinco temas: conocimiento e información, planificación, fortalecimiento institucional, educación, divulgación y socialización y gestión internacional3.

El estudio finalizó en el 2003 y fue publicado al año siguiente, pero el programa tuvo una segunda fase, también financiada por la cooperación holandesa, en la que se efectuó un análisis de escala más reducida para dos de las zonas consideradas “críticas”: Cartagena y Tumaco. Esa segunda fase estuvo enfocada en la vulnerabilidad social ante los efectos del ANM y terminó en el año 2008; en este sentido, un ejercicio interesante que desarrollaron los investigadores fue la clasificación de los tipos de medidas que la población y las autoridades tienden a poner en práctica en situaciones de riesgo climático, ya que partiendo de las prácticas actuales de los pobladores y las entidades públicas es más fácil elaborar un diagnóstico de las cosas que deben cambiarse, pero también es posible proponer recomendaciones que tomen en cuenta las formas tradicionales en que esas ciudades han enfrentado sus riesgos climáticos, en la idea de facilitar la aceptación local de las medidas de adaptación recomendadas4.

Ximena Rojas explica que en la II fase el estudio identificó las vulnerabilidades de Cartagena, pero que en ese momento no había interés de la alcaldía por usar los resultados de la investigación. Por tanto, INVEMAR decidió acercarse al Ministerio de Ambiente, en la idea de hacer llegar la información a los tomadores de decisiones y tener incidencia en la elaboración de la política pública sobre cambio climático y gestión costera. Como parte de ese proceso, el INVEMAR participó en las mesas temáticas sobre cambio climático que sirvieron de preparación a la elaboración del plan nacional de desarrollo del presidente Santos. Precisamente, en uno de sus “consejos para la prosperidad” (visitas que el jefe de Estado hace a las regiones para oír directamente sus problemáticas), hacia el 2010, se definió que Cartagena sería el piloto en la formulación de un plan de adaptación al cambio climático. Fue el Invemar quien que generó, a través de las dos fases de su estudio sobre la vulnerabilidad al ANM, los insumos técnicos que han sido usados en la elaboración del plan de adaptación de Cartagena, constituyendo así en el antecedente científico de lo que hoy conoce como el “proyecto CDKN” (por estar financiado por la Alianza Clima y Desarrollo –CDKN), que en el primer trimestre del 2014 deberá entregar la versión final del plan.

Un elemento destacable de todo este trabajo, y que ha constituido todo un reto para INVEMAR, ha sido la necesidad de ‘traducir’ los resultados técnicos de su investigación a un lenguaje comprensible para el público no especializado, de tal forma que puedan entablarse diálogos productivos con los gobiernos locales y otros actores sociales. Las investigadoras Rojas y Zamora mencionan que no siempre es fácil convencer a los políticos de la importancia que tienen sus investigaciones y mucho menos de usarlas para elaborar política pública, aunque ya empiezan a verse avances en Cartagena. Uno de tantos factores que influyen en el establecimiento de relaciones fructíferas entre academia y gobierno es la existencia de una estrategia de comunicación apropiada; para el caso de Cartagena, CDKN ha ayudado al INVEMAR a elaborar documentos asequibles a un público no científico, aprovechando que uno de sus fuertes es la amplia experiencia que poseen en la comunicación pública de temas relacionados con riesgos y cambio climático.

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La labor de INVEMAR como el instituto colombiano dedicado a la investigación de temas marinos y costeros es muy importante, no solo porque haya construido un acervo de información sobre la biodiversidades de nuestras costas y mares, sino porque ha incursionado en el estudio de los potenciales efectos del cambio climático en estas áreas. Pero a pesar de los avances, el Instituto reconoce que en Colombia no es fácil obtener los datos necesarios para saber cómo afectará el cambio climático a las zonas costeras, y por eso mismo recomiendan al Estado y los gobiernos locales invertir en equipos técnicos para fortalecer un sistema de alertas tempranas, así como apoyar de forma más decidida la investigación científica sobre el cambio climático. La importancia de esas recomendaciones radica en que no es posible implementar un proceso de adaptación sin un cúmulo de información válida que oriente las políticas; para el caso de Cartagena, el conocimiento adquirido ha servido como insumo para construir herramientas de planeación urbana. Precisamente, uno de los objetivos primarios del “Proyecto CDKN” es que las estrategias del plan de adaptación de Cartagena sean incluidas en su plan de desarrollo, sus planes sectoriales y su plan de ordenamiento territorial (POT). En ese sentido, las investigaciones de INVEMAR son un valioso insumo, al identificar los posibles escenarios que enfrentaría la Costa Caribe de continuar o empeorar el calentamiento global, ya que esa información podría ser usada en otras ciudades costeras para replicar lo hecho por Cartagena.

La incidencia que la investigación científica de INVEMAR ha tenido en la política pública nacional de cambio climático y en la local de Cartagena, es producto, por un lado, del esfuerzo realizado por el instituto para acercarse a los tomadores de decisiones y tratar de convencerlos de las ventajas de gobernar con base en información válida, y por otro lado, de que sus investigaciones no son exclusivamente “básicas” sino también “aplicadas”, como ocurre en el caso del grupo GEZ, pues es precisamente la investigación aplicada la que produce diagnósticos, proyecciones, recomendaciones e instrumentos que, con los debidos ajustes, pueden servir fácilmente como insumo para los gobiernos.

 

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