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Experienca

El Parque Lineal la Ronda del Sinú: dándole la cara al río.

Una mirada a la relación entre un proyecto urbanístico, un río, y el cambio climático en la ciudad colombiana de Montería.

Por Edisson Aguilar

15 de mayo de 2013

El río Sinú, afluente que recorre de extremo a extremo la ciudad de Montería, en el caribe colombiano, fue durante años el eje ordenador de su crecimiento urbano y su vía comercial por excelencia. Sin embargo, la construcción de carreteras le hizo perder importancia comercial, y factores como el rápido crecimiento demográfico y urbano hicieron que se le «diera la espalda», quedando abandonado a la contaminación y la ocupación informal de su ribera. A inicios del presente siglo un grupo de arquitectos locales diseñó el “Parque Lineal la Ronda del Sinú”, una obra urbanística pensada para reintegrar a la ciudad y a sus habitantes con el río y posibilitar la coexistencia de espacios de conservación ambiental, recreación y actividades económicas, de forma ordenada. La importancia de la Ronda radica en que ha permitido sensibilizar a los monterianos sobre la importancia de conservar el río y busca gestionar adecuadamente su cuenca, incluyendo la posibilidad de reasentar a quienes ocupan informalmente su ribera izquierda para evitar así posibles inundaciones.

Contenido

En el marco del proyecto “Ciudades colombianas y cambio climático”, trabajado en conjunto con la Agencia Francesa para el Desarrollo, Fedesarrollo y la Fundación Ciudad Humana; el Instituto de Investigación y Debate sobre Gobernanza (IRG) identificó diferentes experiencias que aportan a la reflexión sobre la adaptación y/o mitigación del cambio climático. El Parque Lineal la Ronda del Sinú fue una de ellas; su importancia radica en que ha permitido sensibilizar a los monterianos sobre la importancia de conservar el río y busca gestionar adecuadamente su cuenca, incluyendo la posibilidad de reasentar a quienes ocupan informalmente su ribera izquierda para evitar así posibles inundaciones.

Montería es la capital de Córdoba, un departamento ubicado en la región del Caribe colombiano, y su río principal, el Sinú, atraviesa de extremo a extremo la ciudad. El Sinú nace en el nudo de Paramillo, en los departamentos de Antioquia y Cordoba, recorre 460 kilómetros a lo largo de este último y desemboca en el Golfo de Morrosquillo (famoso porque allí termina el oleoducto Caño Limón - Coveñas), cuya jurisdicción recae en los departamentos de Córdoba y Sucre. La ciudad está ubicada en la llanura de inundación del río y ocupa el 21,3% de su cuenca; además, en su interior recorre una totalidad de 103 kilómetros (Torno Quijano 2007: 213). Debido a sus características geográficas y socio-económicas Montería es altamente vulnerable a fenómenos asociados al cambio climático, tales como las inundaciones y los deslizamientos, que afectan especialmente a las personas en condición de pobreza que viven en asentamientos informales en la margen izquierda del río. Por esa razón, entre otras, los proyectos que buscan integrar al río en la planeación urbana son importantes en la lucha contra el cambio climático.

El río Sinú tuvo una gran importancia económica para la ciudad hasta la primera mitad del siglo XX, ya que funcionaba como puerto para el comercio de mercancías, pero posteriormente, con la construcción de carreteras que conectaban a Montería con Cartagena y otras ciudades costeras, perdió su relevancia comercial. Algunos autores han señalado que se le dio “la espalda al río”, a tal punto que sus orillas se convirtieron en un lugar abandonado y descuidado por los gobiernos de la ciudad:

“El río, dejó de ser borde para convertirse en muro de división estratigráfica entre el caso original y los asentamientos ubicados en las tierras de la margen izquierda, cuya utilidad agrícola pesaba más que cualquier excusa constructiva. Igualmente, la arteria fluvial dejó de ser el eje orientador del crecimiento lineal de la ciudad y se volvió su traspatio, al cual se arrojan todos los desechos urbanos e industriales. Sus dos riberas, totalmente urbanizadas, le dan la espalda al río” (Sofán et ál 1999: 7).

En ese marco surge, a principios del siglo XXI, una iniciativa pública para construir el parque lineal “la Ronda del Sinú”, con el fin de recuperar ese espacio para los ciudadanos y de esa forma reintegrar el río en la planeación de la ciudad. A continuación se presentará una descripción del proyecto que está basada en entrevistas con algunos actores sociales involucrados y en la consulta de diversas fuentes secundarias. Posteriormente, se hará un análisis de los aprendizajes que pueden extraerse del proceso, así como de los retos y dificultades que este implica, mostrando su conexión con la gestión del cambio climático.

Montería, ¿de espaldas al Sinú? Antecedentes de la relación río-ciudad

Para comprender a cabalidad lo que significa la “Ronda” es útil conocer cómo ha evolucionado la relación entre el crecimiento y la planeación urbana de Montería y el río Sinú. Históricamente, la ciudad ha crecido sobre su margen derecha, que es donde se encuentran la mayoría de sus lugares destacados. De acuerdo a Sofán y Giraldo (1999), en la primera mitad del siglo XX la ciudad se expandió de forma ordenada, con el Sinú como eje estructurante, pero hacia finales de los sesenta y principios de los setenta se produjo un crecimiento desordenado a causa de las crecientes migraciones rurales, ocasionadas tanto por fenómenos asociados al conflicto armado como por los programas estatales que llegaban por primera vez a Montería y ampliaban el empleo urbano. El crecimiento poblacional generó una demanda de viviendas y diversos servicios que los gobiernos locales no pudieron satisfacer adecuadamente. Por tanto, hacia la margen izquierda del río se produjo una dinámica de ocupación territorial basada en invasiones y establecimiento de asentamientos informales. Al respecto, Pinedo López (2012: 212) afirma que desde los años setenta la población de Montería se incrementó en un 197%, que los asentamientos informales se convirtieron en una de las principales formas de urbanización de la ciudad y que dicha situación no ha cambiado aún.

Darle la cara al río. El significado ambiental, cultural y político de la “ronda”

La “ronda del Sinú” es un tramo de la emblemática “avenida primera” (vía central de la ciudad), que ha sido convertido en parque lineal, en la margen derecha del río. La avenida primera ha tenido diversos nombres a lo largo del siglo XX: originalmente se la conocía como “orillas del río”, pero luego, hacia el primer centenario de la independencia colombiana se la bautizó como “Avenida 20 de Julio”; posteriormente, volvió a denominarse avenida primera; y, actualmente el lugar se conoce como la “Ronda del Sinú”. Por su parte, el paisaje de las “orillas del río” ha cambiado a la par de las transformaciones urbanísticas de la ciudad: por ejemplo, para finales del siglo XIX se dice, con base en el testimonio del viajero Luis Striffler, que la orilla del río estaba llena de árboles de naranjos; luego, cuando se pavimentó la vía se tumbaron las bongas que estaban sembradas allí y fueron reemplazadas con palmeras. Sin embargo, al parecer estas últimas no tenían suficiente follaje y no impedían la erosión causada por la fuerza del río, razón por la que luego fueron sembradas guaduas que infortunadamente un vendaval derribó en 1969 (1). Ya con la construcción de la “ronda” se han sembrado diversos tipos de árboles y se ha dotado al lugar de infraestructura recreativa y cultural.

Esta iniciativa fue impulsada inicialmente por el alcalde Luis Alfredo Jiménez Espitia, un abogado de la Universidad del Sinú que fue elegido alcalde en el año 2000 por el Partido Liberal. Durante ese gobierno, la empresa Parques Nueva Montería ganó una convocatoria para el diseño y construcción del parque, que estuvo a cargo de un grupo de arquitectos locales conformado por Julio Parra Grondona, Jorge Bernal Cortés, Alfredo Villamaría y Carlos Montoya Baquero (actualmente secretario de planeación de la ciudad). Así mismo, el proyecto ha tenido continuidad en las alcaldías de León Fidel Ojeda, del partido liberal; y de los conservadores Marcos Daniel Pineda García y Carlos Eduardo Correa.

El diseño y construcción de la obra, de acuerdo a la información proporcionada por Carlos Montoya, fueron contratados con la empresa Parques Nueva Montería. El contrato se pactó a veinte años, en los cuales la empresa debía finalizar los cinco tramos que componen la ronda. Sin embargo, durante la alcaldía de Pineda García (2008-2011) se deterioraron las relaciones entre Parques Nueva Montería y la administración local pues esta última argumentaba que la empresa estaba incumpliendo los acuerdos y decidió retirarle la concesión y devolver el manejo de los parques a la gestión pública (durante el periodo del alcalde Pineda fueron terminadas unilateralmente varias concesiones a empresas privadas). Lo importante de este impase, según Montoya, es que como el proyecto se diseñó con una visión a largo plazo, la finalización del contrato con Parques Nueva Montería no fue un obstáculo para que se le diera continuidad en el tiempo. Dice con mucha alegría que durante las campañas políticas las personas siempre le preguntan a los candidatos: ¿van a continuar con la ronda? Y que todos, sin importar su filiación partidista, responden que por supuesto continuarán los trabajos de la ronda de ganar las elecciones. Para él, esto es muestra de la importancia que tienen las políticas planeadas a largo plazo: ahora ninguna persona que aspire a gobernar Montería puede soslayar el tema.

En términos de avance del proyecto hasta el momento se han llevado a cabo dos fases de las cinco presupuestadas: la Ronda centro, ubicada en la avenida primera, y la Ronda Norte. La primera fase va de la calle 21 a la calle 38 y ocupa un total de 2,5 kilómetros lineales (63.200 mts2), aunque se espera ampliarla hasta la calle 42 y conectarla allí con el puente “Segundo Centenario”; así, resulta necesario reubicar a la mayoría de los vendedores de pescado, verduras y frutas de la zona, propósito para el que ya se han destinado $6 mil millones provenientes de regalías (2); y, la segunda fase va de las calles 56 a la 62, con un total de 700 metros lineales (17.500 mts2), y cuenta con un mirador de 15 metros de altura, escenarios culturales y ciclovías (3). Según Carlos Montoya, se está planeando la tercera fase, hacia el sur de la ciudad, con el fin de beneficiar de forma directa a los sectores populares; incluso habló de construir allí un parque infantil con una dotación tan amplia que envidiarían los barrios de las clases altas. Para hacerse una idea de la magnitud del proyecto de la Ronda basta señalar que a la fecha han sido invertidos unos 4.500.000 dólares en un total de 110 mil m2 (Alcaldía de Montería 2011: 25).

Actualmente están pendientes las dos últimas fases del proyecto, el “sector Sucre” y la “margen izquierda”, esta última con especiales dificultades por tratarse de un sector conformado mayoritariamente por asentamientos informales de personas vulnerables. Así mismo, al caminar hacia el sur y cruzar el umbral de dos kilómetros y medio que alcanza la ronda en el centro de la ciudad, puede observarse a grupos de personas que practican la minería informal en la orilla del río (extrayendo materiales para la construcción). La alcaldía quiso retirarlos del lugar con el fin de proseguir la ampliación de la ronda pero estos interpusieron una demanda que la Corte Constitucional falló a su favor, por considerar que expulsarlos de allí sin una indemnización o un plan de reubicación era violatorio de su derecho al trabajo. Sin duda la corte falló en derecho y la alcaldía, para dar cumplimiento al fallo, ha incluido en el actual plan de desarrollo un presupuesto de aproximadamente $150.000.000 destinados a la reconversión de su actividad económica.

Ahora bien, a pesar de los obstáculos el proyecto puede considerarse exitoso, en buena medida porque ha estado a cargo de personas conocedoras de la realidad local, aspecto destacado por el historiador económico Adolfo Meisel Roca, quien en una columna de opinión de diciembre de 2011, dedicada a la “ronda”, afirma que “en su diseño se respetó la fauna y la flora que había en el lugar y no hubo tala indiscriminada de árboles, pues los arquitectos quisieron preservar la belleza del entorno sin destruirlo” (4).

En lugar de intentar adaptar la naturaleza a las necesidades de la construcción urbana los arquitectos diseñaron el parque de tal forma que estuviera integrado a las características naturales de la zona. Esto fue posible debido al conocimiento que esos expertos locales tenían del paisaje de la ciudad. El arquitecto y urbanista Luis Fernando González Escobar lo señala así:

“partiendo de lo existente, aprovechando el potencial paisajístico y las determinantes que definían la arborización y la vegetación ya presente, los arquitectos del proyecto, en una muestra de sensibilidad, subordinaron a las condiciones del lugar los senderos y las ciclorrutas, así como la construcción de terrazas, los espacios y los edificios. Las rutas son ondulantes para esquivar los árboles, con lo que a la vez que estos quedaron protegidos, se enriqueció el recorrido” (2010: 146-147).

Lo anterior es evidente al recorrer el lugar, pues fácilmente puede hallarse allí a los animales que habitan el ecosistema aledaño y en efecto las estructuras arquitectónicas respetan las características naturales de la ribera del río. Se trata de un espacio que integra múltiples usos, pues además de los propósitos medio ambientales de conservación, reforestación y educación ambiental, el parque también está dotado de un auditorio y un teatro en los que se realizan eventos culturales de diversa índole. Los monterianos se han apropiado de este como un lugar de esparcimiento pero también como un espacio de construcción de ciudadanía. Según Carlos Montoya, el proyecto ha generado “sinergias” en la ciudad, un respeto renovado por el río, ya que este se ha convertido, incluso a nivel internacional, en un símbolo de Montería. Al pasear por la Ronda se hace evidente que se trata de un lugar que los ciudadanos cuidan y respetan, pues allí nadie arroja desechos, la infraestructura no ha sufrido actos de vandalismo, y al más mínimo peligro para la fauna del lugar los cuidadores capacitados por la Corporación Autónoma de los Valles del Sinú y el San Jorge (CVS), que vigilan constantemente, se hacen cargo de controlar las amenazas.

En los funcionarios públicos, bien de la CVS o de la alcaldía, lo que puede percibirse es que conciben la “ronda” como una ruptura en el urbanismo de la ciudad, como un proyecto radicalmente novedoso. Y no es para menos: se trata de un parque lineal considerado por muchos el más grande de América Latina, donde además de proyectos de arborización, construcción de ciclovías, restaurantes y paseos peatonales, se conservan diversas especies de animales como iguanas, osos perezosos, ardillas, monos y aves.

La Ronda del Sinú, como proyecto que articula la planeación urbana con el manejo de las cuencas hidrográficas, es indudablemente un ejemplo de como integrar las variables ambientales del entorno en el diseño arquitectónico. En términos específicos de lucha contra el cambio climático se trata de una obra que ayuda a conservar un “pulmón” de la ciudad, es decir, un ecosistema de alto valor en términos de biodiversidad animal y vegetal. La CVS, además de ejecutar proyectos de reforestación, tarea vital en los planes de mitigación del cambio climático, realiza campañas educativas que, según ellos, han influido en la apropiación que la ciudadanía hace del lugar. La estrategia consistió en aliarse con dos universidades (Luis Amigo y Pontificia Bolivariana) para formar profesores de educación primaria y secundaria en temas de conservación ambiental y así lograr que estos transmitieran el conocimiento a sus alumnos y ellos en consecuencia lo pasaran a sus padres, en un ciclo virtuoso. Es consenso entre los entrevistados que el aspecto más exitoso de la ronda del Sinú es la recuperación no solo material sino simbólica del río, asunto clave, pues significa que el proyecto, al sensibilizar a la población en materia ambiental, puede facilitar el desarrollo de iniciativas de gestión del cambio climático ligadas a la adaptación y que por tanto requieren un fuerte compromiso ciudadano. Una prueba innegable de la relevancia de la Ronda en la gestión del cambio climático en Montería es que su ampliación ha sido incluida como una de las 15 acciones del plan maestro de cambio climático de la ciudad y que hasta el momento se han sembrado en el lugar 550 árboles, que de acuerdo a los estimaciones de la alcaldía podrían capturar 400 toneladas de CO2 entre los años 2002 y 2019 (Alcaldía de Montería 2009: 25).

Comentarios

Los parques lineales constituyen una estrategia de urbanismo que pretende integrar múltiples objetivos: recuperación del espacio público y creación de escenarios de esparcimiento en las ciudades; protección de ecosistemas que están integrados de una forma u otra a la vida urbana; y, promoción de la educación ambiental y la apropiación ciudadana del medio ambiente.

Autores especializados en temas de planeación urbana han sugerido algunos beneficios de incluir diversas modalidades de “zonas verdes” en la planeación de las ciudades, especialmente cuando se trata de aquellas que hacen parte de la cuenca de un río. Entre esos, se encuentran los usos recreativos, la integración de las cuencas en la planificación y la consiguiente reducción del riesgo de inundaciones, el mejoramiento de la calidad del aire y la conservación ambiental de especies y ecosistemas. En lo concerniente a parques lineales o “vías verdes”, el profesor de forestería urbana de la Universidad de Wisconsin, Robert Miller, argumenta que estos ofrecen conexiones entre distintos espacios naturales y urbanos, dan variedad paisajística a las ciudades, valorizan las viviendas adyacentes, controlan y direccionan el crecimiento urbano, integran diferentes usos del suelo, permiten la existencia de centros educativos al aire libre, generan beneficios económicos e inciden en el aumento de la calidad de vida percibida (1997: 92-93). Por su parte, la arquitecta ecuatoriana Martha Bravo hace particular énfasis en los “parques lineales” como parte del proceso de crear sistemas de transporte sostenible (s.d). Para ella, estos parques promueven formas alternativas de transporte (bicicleta), ayudando así a reducir la congestión vehicular y la contaminación. También ayudan a mitigar los riesgos de inundación y erosión, sirven como escenario para programas de educación ambiental y producen beneficios económicos como la creación de negocios de alimentos y artesanías y el aumento de puestos de trabajo relacionados con su construcción, cuidado y vigilancia.

Más allá de los beneficios puntuales, Miller y Bravo coinciden en que los parques lineales pueden constituirse en una herramienta de planeación urbana, al delimitar el crecimiento y decidir qué áreas de la ciudad deben conservarse libres de dinámicas de construcción de viviendas y otros usos del suelo que pueden ser indeseables en zonas de gran diversidad biológica. Se trataría, de acuerdo a estos expertos, de obras que integran reservas naturales, bosques, cuerpos de agua y lugares recreativos, culturales e históricos de las ciudades; y que si se planean adecuadamente, podrían facilitar cierto equilibrio entre la conservación ambiental, las actividades económicas y la participación social.

Analizando el alcance del Parque Lineal la Ronda del Sinú, en la ciudad de Montería, es claro que con su construcción se han alcanzado la mayoría de los objetivos señalados como deseables por los expertos. Como se señalaba, el río estuvo ausente durante mucho tiempo de las políticas de planeación urbana de Montería y la “Ronda” lo incluyó de nuevo en el proceso. Gracias a su diseño, permitió integrar usos urbanos (como la recreación) y propósitos de conservación ambiental de la flora y fauna del territorio, lo que a la larga mitiga la erosión, previene inundaciones y reduce las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Debido a su dotación de ciclovías y escenarios culturales, ha permitido que los ciudadanos estén en contacto más estrecho con la naturaleza y se movilicen con más facilidad en bicicleta, uno de los principales medios de transporte de Montería; así mismo, se ha convertido en un lugar propicio para la educación ambiental y ha logrado que los habitantes de la ciudad valoren y respeten con más fuerza el río y su ecosistema circundante. En términos de beneficios sociales y económicos, de acuerdo con los resultados del estudio de Sepúlveda (2008), la principal actividad económica de la “ronda” es el comercio de alimentos y servicios recreativos, aunque esta permite otros usos como la estabilización de microclimas y la conservación de la biodiversidad; el autor también muestra que sus principales usuarios son personas de estratos 1, 2 y 3, que se sienten satisfechas con el parque en niveles que sobrepasan el 90% (de acuerdo a las encuestas que le sirvieron de insumo).

Sin embargo, el proyecto la Ronda del Sinú también enfrenta retos complejos. Si se pretende que el río vuelva a ser el eje ordenador de Montería es vital que se encuentren soluciones de vivienda para las personas que viven en la margen izquierda del río, enfrentando la amenaza constante de las inundaciones, más aún cuando una de las dos últimas fases del proyecto incluye llevar la “ronda” a esa margen olvidada del Sinú. Sin duda los parques lineales son útiles para disminuir el riesgo de inundaciones, al restringir la construcción de viviendas en las zonas de inundación de los ríos, pero en el caso de Montería dicha estrategia debe complementarse con el diseño de políticas públicas orientadas a reducir la vulnerabilidad social de las poblaciones que actualmente habitan esas zonas de alto riesgo. Para Miller, el “enverdecimiento urbano” debe planearse de forma previa a la construcción de asentamientos y otras infraestructuras, para evitar así posibles conflictos en el uso del suelo; sin embargo, tanto en el caso de Montería como en el de muchas otras ciudades colombianas, eso no ha sido posible, debido a que el crecimiento urbano ha estado jalonado por presiones demográficas que derivan de presiones políticas, económicas y sociales sobre ciertos grupos sociales que se ven obligados a construir en zonas marginales y presionan a su vez a los ecosistemas aledaños, incrementando su propia vulnerabilidad, en un ciclo pernicioso (Lampis 2012). Eso que Lampis señala como una generalidad es especialmente cierto en una ciudad como Montería, receptora de una gran proporción de personas desplazadas por el conflicto armado o de ex combatientes que han decidido reintegrarse a la vida civil, y que por lo tanto sigue sometida a fuertes presiones demográficas, sociales y ambientales.

Se trata de retos que tocan directamente la forma en que se concibe la adaptación al cambio climático en la ciudad. En los planes de reubicación o reasentamiento que se diseñen para esas personas debe tenerse en cuenta que por lo general los programas de prevención del riesgo no funcionan si no consideran la “percepción” y la “representación social del riesgo” de quienes efectivamente lo experimentan día a día (Cardona 2003). Esto constituye un reto adicional para que la ampliación de la Ronda sea un proceso participativo y satisfactorio para la ciudadanía, tal como lo ha sido hasta ahora. Por otra parte, la administración local debe dar solución al problema de la minería informal (sin duda podría usar los aprendizajes de allí derivados para encarar el problema de la vivienda informal). Plantear una solución para ese problema podría requerir estudios que midan la vulnerabilidad social de las personas que viven las zonas de riesgo climático, para que así cualquier plan de intervención esté en consonancia con información científica actualizada; sobre ese punto, no debe olvidarse el gran aprendizaje de la construcción de la “ronda”, en el sentido de que para solucionar problemas locales lo pertinente es emplear el conocimiento de expertos locales que por su cercanía con la ciudad entienden mejor sus dinámicas.

Bibliografía

NOTAS

(1) Consultado el 05 de mayo de 2013 en monteria.co.tripod.com/avenida_primera.html

(2) Consultado el 26 de Mayo de 2013 en antoniosanchezjr.com/home/aseguran-dineros-para-nueva-etapa-de-la-ronda-del-sinu-hasta-la-calle-42/

(3) Consultado el 26 de mayo de 2013 en www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=596336

(4) Consultado el 05 de mayo de 2013 en www.elespectador.com/impreso/opinion/columna-315846-ronda-del-sinu

REFERENCIAS

Alcaldía de Montería (2011) Plan Maestro de Cambio Climático Montería Ciudad Verde 2019. Montería.

Bravo, M. (s.d) Integrando la Transportación con el Medio Ambiente. Plan para Desarrollar una Red de Parques Lineales.

Cardona, O. (2003). ‘La necesidad de repensar de manera holística los conceptos de vulnerabilidad y riesgo’, Bogotá: CEDERI, Universidad de Los Andes.

González Escobar, L. (2010) Ciudad y Arquitectura Urbana en Colombia, 1980-2010. Medellín: Universidad de Antioquia.

Lampis, A. La Adaptación al Cambio Climático: El Reto de las Dobles Agendas. En: Postigo, J. (2012) Cambio Climático, Movimientos Sociales y Políticas Públicas. Una Vinculación Necesaria. Clacso.

Miller, R. Planeación del enverdecimiento urbano. En: Krishnamurthy L. y J. Rente Nascimento (1997) Áreas Verdes Urbanas en Latinoamérica y el Caribe. México: BID (Banco Interamericano de Desarrollo). Consultado en: www.sustainableforestbusiness.org/spanish/tools/09/files/docs/004.pdf

Pinedo López, J. (2012) Urbanización Marginal e Impacto Ambiental en la Ciudad de Montería (tesis doctoral). Valencia: Universidad Politécnica de Valencia.

Sepúlveda Vargas, Ruben Darío (2008) Valoración Económica del Uso Recreativo del Parque Ronda del Sinú, en Montería, Colombia. Medellín: Revista Semestre Económico.

Sofán Sánchez, A. & Giraldo García, M. (1999) Montería de Espaldas al Sinú. Observatorio del Caribe Colombiano.

Toro Quijano, M. Montería. En: Hermelin, M. (2007) Entorno Natural de 17 Ciudades de Colombia. Medellín: EAFIT.

 

Ver también