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Luego de haber diagnosticado el desfase de la gobernanza frente a los desafíos contemporáneos, Pierre Calame investiga todo aquello que, en las mentalidades y luego en los hechos, va prefigurando desde ahora una “revolución de la gobernanza”. Aquí se enuncian las líneas de falla que luego se profundizarán en la exposición de los “principios comunes de la gobernanza del siglo XXI”, y a las cuales se dedicarán las próximas discusiones.

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¿Qué es una revolución del pensamiento? Ni siquiera en matemática o en filosofía, que son las disciplinas aparentemente más cercanas a la especulación pura, una reforma del pensamiento aparece así de repente, completa y armadita como nace Minerva de la cabeza de Júpiter. Con más razón aún al tratarse de la gobernanza, ámbito arraigado por excelencia en las sociedades humanas, una revolución sólo puede ser fruto de una lenta maduración. Lo cual no significa que no haya rupturas previas. Tal como ocurre con el agua que se acumula por ejemplo detrás de algún obstáculo hasta que el mismo cede, muchos factores de cambio se acumulan antes de que se produzca un cambio de pensamiento que permita reorganizar los distintos elementos y actores entre sí de una manera nueva. A través de un verdadero mecanismo de inversión, lo que ocupaba antes el centro del sistema es proyectado entonces hacia la periferia y lo que era periférico se vuelve central. Si mi hipótesis es acertada, estamos actualmente atravesando esa fase histórica de inversión. ¿Cómo organizarla? Mi propuesta apunta a dos componentes que he denominado las premisas y los primeros indicios1 de la revo­lución del pensamiento. Las premisas son las actitudes mentalidades, las operaciones mentales podríamos decir, indispensables para “cambiar de lentes”. Los indicios son todo aquello que revela y anticipa un nuevo sistema conceptual, con nuevos actores o nuevas prácticas, así se trate de pequeños hechos o de grandes acontecimientos, desconocidos o muy difundidos.

Las premisas para un cambio de pensamiento

Retomemos desde la pregunta de Heidegger: ¿cómo hacer para ver nuestras propias gafas, si precisamente a través de ellas miramos el mundo? Cuatro operaciones mentales pueden guiarnos para lograrlo: (1) volver a las fuentes históricas de las situaciones actuales para desenmascarar las falsas evidencias; (2) deconstruir las oposiciones que estructuran nuestro campo mental; (3) ejercernos en la transposición de análisis y representaciones de un modelo a otro; (4) estar atentos a los cambios, a los desfases que se van produciendo entre los conceptos e instituciones y las realidades que abarcan, y estar atentos también a los ajustes que se van haciendo.

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(Nos centramos sobre 2 de los 4 puntos abordados)

Volver a las fuentes y detectar las falsas evidencias

Hemos dicho que los principios y las reglas se presentan como verdades absolutas mientras no busquemos su origen y el contexto que los generó. La historia tiene múltiples bifurcaciones, momentos en los que el destino duda, en los que las cosas revierten su curso, aparecen nuevos actores y se imponen nuevas reglas. Conociendo el devenir histórico, sabemos que esos desvíos se olvidan y luego sólo se retienen encadenamientos aparentes de causas y efectos que se consideran como evidencias por la sencilla razón de que las cosas sucedieron como sucedieron. (…).

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Otra “evidencia” que no resiste al análisis es la creencia de que el momento esencial de la gobernanza es el de la decisión (…). Este modelo mental es el que llevó a representarse el escenario político como una confrontación de soluciones alternativas entre las que el “décideur” (en francés, “el que decide”) tiene que elegir. Esta ficción se basa en la ilusión de que hay múltiples soluciones concebibles y utilizables y que la función política consiste en “optimizar” la elección en función de algunos criterios. En realidad, cuanto más complejo es un problema, menos debe intentar el político encontrar una solución óptima sino más bien implementar una solución conveniente, técnicamente adecuada y políticamente capaz de reunir los sufragios de la mayoría. En estas condiciones, la actividad política se desplaza para focalizarse en un tiempo anterior a la decisión, vale decir en el proceso mediante el cual va a elaborarse una solución conveniente.

Salir de las oposiciones binarias tradicionales

Muchas de nuestras representaciones están en blanco y negro y esa visión binaria forma parte de las pseudo-evidencias. Habrá que cuestionar entonces con paciencia esas representaciones mentales, considerándolas como una reducción del campo de las posibilidades. Cada oposición simple que cuestionemos es una ventana abierta hacia el futuro. A continuación, algunos ejemplos en el campo de la gobernanza.

La democracia representativa, como su nombre lo indica, se basa en la noción de representante. Están los que representan y “los demás”. En los períodos de crisis de la gobernanza asistimos a una verdadera crispación identitaria de los representantes, tanto si se trata de autoridades locales como nacionales o de sindicatos “representativos”. Lo interesante es que nadie cuestiona la legalidad del estatuto de representante, de sus deberes y prerrogativas: a fin de cuentas, los diputados son quienes deben votar las leyes, los alcaldes toman las decisiones de su municipio, etc. Pero nada impide que una población cada vez más educada, informada y flexible llegue a tener una visión mucho más amplia de la noción de “representante” e incluso por momentos la cuestione en nombre de la democracia directa. Las representaciones se vuelven necesariamente múltiples. En un barrio, los intereses de las distintas franjas de la población pueden ser muy diferentes e incluso antagónicos. En esas condiciones, las autoridades electas son quienes arbitran en última instancia, pero eso no significa que la expresión de la pluralidad de intereses y de puntos de vista pase necesariamente a través de ellas. La democracia requiere entonces de una multiplicidad de formas de representación, cada una con sus virtudes.

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Los primeros indicios de una revolución de la gobernanza

Descubrir los primeros indicios de una revolución de la gobernanza plantea de entrada un problema de gobernanza: ¿cómo disponer de los medios de observación e intercambio necesarios para identificar, censar y comparar todo lo que se va moviendo en el mundo? No podemos para ello depender de los dispositivos estatales. No porque éstos sean mal intencionados sino porque toda organización filtra la información que le llega según sus propios criterios de percepción, de comprensión y de selección.¿La Universidad puede asumir ese papel de observador? Su trabajo encontraría dos obstáculos: el primero es su propensión a teorizar y generalizar sin aplicarse tanto en la recolección de datos y el segundo es que las universidades casi nunca están organizadas como red internacional de observación. Ahora bien, precisamente, lo que da sentido a los movimientos que están surgiendo es la aparición de fenómenos del mismo tipo en distintos ámbitos y países.

Es necesario entonces construir redes de intercambio de experiencias apoyándose si fuera posible en actores diversos. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que cada actor en particular, tal como sucede con la administración pública o con la universidad, tiene sus propios intereses y sus propios sesgos que van a orientar el sistema de observación. Así, por ejemplo, una red asociativa comprometida con la cooperación internacional tendrá tendencia a idealizar en los países en desarrollo la acción de una “sociedad civil” definida sin mucha precisión.

(Pierre Calame abarca aquí 8 lineamientos que ha destacado a partir de un trabajo colectivo de recolección e intercambio de experiencias a nivel internacional. Nos concentramos sobre uno de los 8 puntos abarcados.)

Ante las deficiencias de las regulaciones públicas internacionales, la sociedad civil toma la iniciativa

A lo largo de las dos últimas décadas hubo tres innovaciones que marcaron la vida y los debates internacionales.

  • La primera es la serie de conferencias internacionales organizadas por la ONU sobre los más diversos temas e inaugurada en Río de Janeiro en 1992 con la Cumbre de la Tierra.

  • La segunda es el surgimiento del “fenómeno de las ONGs”. (…)

  • La tercera innovación es la creación de foros internacionales que van ocupando un lugar significativo en la construcción del debate público, manteniéndose como iniciativas exclusivamente no gubernamentales. Primero fue el foro económico mundial, llamado foro de Davos. (…)

Desde 2001, otra iniciativa vino a “completar” a Davos: el foro social mundial de Porto Alegre. Poner a los dos foros en el mismo plano puede parecer provocador, ya que comúnmente se presenta al segundo como un “anti-Davos”. Se supone que uno, el foro económico, es el emporio de la globalización económica triunfante mientras que el otro, el foro social, es el emporio de la lucha contra esa misma globalización. En realidad, lo que me interesa aquí en materia de gobernanza no son tanto las tesis defendidas, ni siquiera la naturaleza de los participantes -puesto que ni en un caso ni en otro los participantes representan la diversidad de la sociedad mundial-, sino el hecho de que estas iniciativas reflejan nuevas modalidades de la gobernanza.

Así como hemos visto que en el plano local la sociedad civil venía a paliar las deficiencias de los Estados, especialmente en el campo de la acción social, también la vemos a escala internacional crear los espacios de debate público y el escenario político mundial que las instituciones no supieron crear.

Notes

1: N.d.T. Traducimos por “primeros indicios” la palabra “prémices”, homófona en francés de la palabra “prémisses”, que traducimos por “premisas”. Se pierde por lo tanto la homofonía que el autor quiso dar en la versión original.

 

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