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Pueblos indígenas, artífices de la conservación mesoamericana

Una oportunidad para la integración de las diversidades biológicas y culturales

By Manuel Llano Vázquez Prada

October 10, 2007

La atención al cambio climático, la conservación de la biodiversidad o la preservación de las riquezas culturales, han dejado de ser una opción o curiosidad para convertirse en focos rojos que urgen por ser atendidos. Mesoamérica es una región que tras ser azotada por guerrillas, malos políticos y terribles matanzas, hoy despierta y se posiciona hábilmente en el panorama internacional. Se deja lucir por lo que es y se esfuerza por conservar lo que tiene. El Corredor Biológico Mesoamericano es una iniciativa regional que buscar conectar las áreas protegidas de los países de la zona, al tiempo que intenta mejorar la calidad de vida de sus habitantes indígenas, actores estratégicos en el éxito de esta misión.

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Desde el año 2000, México y la comunidad de Estados centroamericanos han apoyado una propuesta de conservación conocida como Corredor Biológico Mesoamericano (CBM). Esta propuesta pretende establecer un corredor biológico que una a las áreas naturales protegidas de la región y sirva de puente de intercambio genético entre Norte y Sudamérica. Para lograrlo, se precisa de la participación de todos los actores locales y principalmente de los pueblos indígenas.

Mesoamérica es un espacio estratégico que se extiende desde el Sureste de México hasta Panamá, en la frontera con Colombia. Su área aproximada es de 760 mil km2 y comprende los siete países centroamericanos, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala y Belice y los cinco estados del Sureste mexicano, Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán.

Su geografía es muy diversa y de gran importancia para la conservación de la vida. Mesoamérica es un corredor entre dos grandes masas continentales, América del Norte y América del Sur, el océano Pacífico y el mar Caribe. Se ubica en el trópico húmedo y presenta una diversidad de recursos biológicos y agrícolas, cuerpos de agua dulce, reservas petrolíferas, sitios históricos, zonas arqueológicas, áreas ecológicas y un gran mosaico cultural de pueblos indígenas. El Corredor Biológico Mesoamericano abarca casi una tercera parte de esta región.

En esta región habitan más de 60 millones de personas, de las cuales, casi la mitad sobrevive por debajo de línea de pobreza. Esta situación se agrava para las áreas rurales, donde más del 70 por ciento de la población es pobre o indigente. Para el año 2025, la población mesoamericana se habrá duplicado según los cálculos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Contrastando con la pobreza socioeconómica de la región, en ella se encuentra una enorme riqueza étnica y cultural. En el mundo, se han considerado un aproximado de 500 millones de personas indígenas, distribuidos en no menos de 5 mil pueblos distintos. La mayoría de los indígenas habitan en áreas remotas del planeta, muy frecuentemente ricas en recursos naturales. En América Latina y el Caribe se estima que viven 40 millones de indígenas, con distintos idiomas, cosmovisiones y costumbres, así como diferentes formas de organización económica adaptadas a los ecosistemas en que habitan. En Mesoamérica, se cuentan más de cincuenta etnias indígenas que conforman una cuarta parte de la población regional.

Cotidianamente los pueblos indígenas se enfrentan a una grave vulnerabilidad para subsistir según sus usos y costumbres. Esta situación resulta de la presión que existe sobre sus territorios y recursos naturales, de la exploración petrolera, de la intrusión de empresas mineras y de la explotación forestal, así como de la ampliación de la frontera agropecuaria o hasta de las disputas fronterizas y situaciones de guerrillas o rutas de narcotráfico. Estos y otros escenarios amenazan la permanencia de los pueblos indígenas. Tradicionalmente, se ha dado una coexistencia entre los pueblos indígenas y el bosque tropical mesoamericano. Han sido los pueblos indígenas los custodios ancestrales de los bosques tropicales. Dentro del área comprendida por el CBM hay la presencia de por lo menos 26 etnias indígenas, la mitad de las contabilizadas en Mesoamérica.

Los recursos naturales de Mesoamérica disminuyeron considerablemente en el siglo XX, tras el impulso de un modelo de desarrollo que transformó y dañó al territorio. Se sometió a la tierra a usos inadecuados y se generó con ello una grave degradación del suelo, aumentando así la vulnerabilidad de la región ante posibles desastres naturales. Esta situación comenzó a dibujarse más alentadora en la década de los 80, cuando finalizaban los conflictos armados que habían desangrado la región. Con los procesos de paz en construcción, se estimuló la democracia y creció la atención a revertir la degradación ambiental provocada tras décadas de abandono. Así, para 1989, los presidentes de los Estados centroamericanos establecieron la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD) y suscribieron el Convenio Centroamericano para la Protección del Ambiente.

Cinco años después, organizaciones conservacionistas desarrollaron el proyecto Paseo Pantera, un esfuerzo regional para la conservación de tierras silvestres. Se buscaba conservar la biodiversidad mediante la protección de áreas, desde el sur de México hasta la península del Darién, en Panamá. Este proyecto realizó una valoración de la factibilidad de crear un corredor biológico a lo largo de Mesoamérica. Finalmente, en 1997 los jefes de Estado de la región firmaron una declaratoria conjunta para el establecimiento del Corredor Biológico Mesoamericano.

El CBM comenzó actividades en abril del año 2000, tras haber conseguido financiamiento por medio del PNUD. Fue avalado por las autoridades del medio ambiente de los ocho países como una iniciativa de cooperación para llevar a cabo de forma coordinada un conjunto de actividades dirigidas a la conservación de la diversidad biológica y la promoción del desarrollo humano sostenible en sus territorios.

La mayor parte de la población que vive dentro de la extensión del CBM habita en zonas rurales, y se considera que los índices de pobreza de estas poblaciones puede ser igual o mayor a las estimaciones regionales. Además, un alto porcentaje del área de influencia del corredor está bajo la jurisdicción de las tierras y territorios de los pueblos indígenas mesoamericanos.

Esta situación pone en alerta a comunidades y pueblos indígenas de la región, ya que en el pasado, han existido modelos que buscan la conservación mediante el despoblamiento humano de las zonas que se busca proteger. Históricamente la opinión de los conservacionistas ha tenido graves consecuencias para los pueblos indígenas. De hecho, en 1872, cuando se creó el primer parque nacional del mundo en Yellowstone, se expulsó de sus tierras a los indios shoshone, habitantes ancestrales de esta región. Tras la expulsión, se provocaron violentos enfrentamientos donde murieron más de 300 personas en los conflictos. Nueve años más tarde, la administración del parque pasó a manos del ejército de los Estados Unidos. Con ello, se había establecido y difundido la idea de que las áreas protegidas son zonas donde se debe excluir la presencia del hombre.

Estos modelos de conservación hoy se consideran obsoletos, aunque aisladamente aun se encuentran proyectos que persiguen estos fines. La expulsión del hombre de las zonas naturales está en plena contradicción con la visión indígena sobre la naturaleza. Además, ésta estrategia se contrapone a la realidad. En América Latina más del 80 por ciento de las áreas protegidas están habitadas, en el resto del mundo el 70 por ciento, la gran mayoría de sus habitantes son pueblos indígenas.

Floriberto Díaz Gómez, destacado pensador Ayuujk, del pueblo mixe de Oaxaca, México, expresa con gran profundidad la concepción indígena sobre la tierra: “Para los pueblos indios, la matriz de todos los demás derechos es la tierra, en el sentido de territorio… La concepción indígena de la tierra es integral y humanista. La tierra no es solamente el suelo. La tierra la forman los animales y las plantas, los ríos, las piedras, el aire y las aves; los seres humanos. La tierra tiene vida…, los indios le debemos la vida a nuestra Madre, de ella somos. Nos da la existencia durante el rato que pasamos por este mundo y nos abre maternalmente sus entrañas para recogernos, haciéndonos parte integrante de ella nuevamente, con lo cual se nutre la existencia de las generaciones venideras… La Tierra, como nuestra Madre, no es susceptible de convertirse en propiedad privada, pues de lo contrario no podríamos asegurar el futuro colectivo de nuestros pueblos.”

Actualmente, el Derecho internacional reconoce los derechos de los pueblos indígenas a la posesión común de sus tierras ancestrales, la ordenación de sus recursos naturales o la autodeterminación, por mencionar sólo algunos. Los pueblos indígenas tienen como base para su desarrollo a la tierra y al territorio. Este es el tema más crítico en la visión indígena del desarrollo. La trascendencia de las culturas indígenas está supeditada a la seguridad de un territorio, de ríos, bosques, animales y otros recursos del subsuelo. La Tierra es el manantial espiritual y material que satisface a cada generación, presente y futura.

Hoy día, aunque ha habido cuestionamientos sobre el papel desempeñado por los pueblos indígenas en la conservación, hay consenso sobre que, en general, han realizado un manejo sostenible de los recursos naturales, reconociéndoseles como aliados positivos en el cuidado de la biodiversidad. Además, las nuevas estrategias de conservación les otorgan a los pueblos indígenas un gran valor, puesto que desarrollan una estrategia de usos múltiples, en la que convergen una gama de actividades manteniendo en equilibrio e interacción a la agricultura, a la ganadería y a la producción forestal.

A lo largo de los bosques y selvas mesoamericanos, una sola comunidad llega a utilizar entre 300 y 500 especies de plantas y animales, logrando un balance entre las actividades productivas y el mantenimiento de una variedad importante de paisajes y especies. Esta estrategia de usos múltiples logra generar para las comunidades diversos productos como el café, la pimienta, la palma xiate, el chicle, las maderas, la miel, o bien servicios como el turismo rural o sostenible. De esta manera, logran proyectarse con mayor fuerza para incursionar en el mercado económico, al tiempo que la estrategia del uso múltiple garantiza la autosuficiencia comunitaria y el mantenimiento de la biodiversidad local.

El Corredor Biológico Mesoamericano impulsa las oportunidades para las comunidades locales y los pueblos indígenas. Se genera un gran número de actividades productivas en las que pueden participar como son la agricultura orgánica, el manejo forestal, la agroforestería, el turismo sostenible, la artesanía, el cultivo de plantas silvestres, los criaderos de fauna silvestre, la pesca artesanal, entre muchas otras.

El turismo presenta una de las más grandes oportunidades para la zona, pues ha sido la industria de mayor crecimiento en Mesoamérica durante la última década. Cada año llega cerca de un millón de turistas a visitar las áreas protegidas de la región. Actualmente el turismo es la principal fuente de ingresos de Costa Rica, y aumenta con rapidez en Belice, Guatemala y Panamá. Aunque si bien el turismo contribuye a disminuir el desempleo y mitigar la pobreza, también ha propiciado la construcción de grandes complejos turísticos en sitios en donde la capacidad de carga ambiental no soporta el impacto del gran número de visitantes. De modo que junto con las comunidades locales es necesario estructurar herramientas de planificación territorial para establecer los límites de carga de cada zona.

Para que la conservación vea cumplidas sus metas a lo largo y ancho del Corredor Biológico Mesoamericano, será necesario reconocer los derechos de las poblaciones locales e indígenas a poseer y controlar sus territorios, a ser partícipes de la planificación y ser reconocidas sus instituciones representativas. Asimismo, se debe promover la interculturalidad en todos los niveles y establecer contratos claros donde se fijen obligaciones mutuas. Es también indispensable la colaboración de los gobiernos para que se respeten los principios básicos y se proteja la región de presiones externas.

La conservación de la biodiversidad sólo podrá ser lograda si se impulsa simultáneamente el mejoramiento de las condiciones de vida de los habitantes de la región. Se debe comprender que los únicos y mejores aliados para los objetivos de la conservación son los habitantes ancestrales de los territorios naturales.

Bibliografía y enlaces en Internet

Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo. (2002). Naturaleza, gente y bienestar: Mesoamérica en cifras. San Jose: Universidad de Costa Rica.

Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD). Ver: www.ccad.ws/

Corredor Biológico Mesoamericano. Ver: www.biomeso.net/

Díaz Gómez, F. (2001). Pueblo, territorio y libre determinación indígena. Jornada Semanal.

Ver: www.jornada.unam.mx/2001/03/11/sem-floriberto.htm

Millar, K., Chang, E., Jonson, N. (2001). En busca de un enfoque común para el Corredor Biológico Mesoamericano. Washington, D.C.: World Resources Institute.

 

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