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note de lecture

Usurpación simbólica, identidad y poder; Quito, Abya-Yala, 2004.

Celebración de la fiesta de la Mama Negra, tradicional de la ciudad de Latacunga, Ecuador, en el mes de Septiembre. La obra refleja cómo los signos de este acto de religiosidad de los sectores subalternos han sido usurpados por parte de los sectores dominantes locales, transformando a la fiesta en un acto ritual político que sirve para legitimar su poder. Su análisis tiene un gran valor como ejemplo de uno de los tantos casos en los que la cultura y tradiciones de una comunidad nativa se ven afectados por alguno de los niveles de gobernanza produciendo efectos en su identidad como pueblo.

Auteur : Guerrero Arias Patricio.

Par Laura Maria, Angiolillo Figueras

18 mars 2008

“…la identidad pasa a desempeñar el papel de una brújula que posiciona al grupo y sus miembros en mapas cognitivos (u horizontes) colectivamente construidos.” (Cardoso de Oliveira, en Alcina Franch, p. 146).

Table des matières

Guerrero Arias Patricio.

Nacido en Latacunga, 1954. Músico cantautor, Licenciado en Filosofía y Ciencias Socio-económicas egresado de la Universidad Central del Ecuador; egresado en Antropología por la Universidad Politécnica Salesiana (UPS) y Magíster en Estudios Latinoamericanos mención en Políticas Culturales por la Universidad Andina Simón Bolívar. Docente de la UPS y del Instituto de Turismo y Hotelería Internacional. Entre sus obras figuran: “El saber del mundo de los cóndores: identidad e insurgencia de la cultura andina”, “La interculturalidad sólo será posible desde la insurgencia de la ternura”, “La cultura: Estrategias conceptuales para comprender la identidad, la diversidad, la alteridad, y la diferencia” y “Guía etnográfica para la sistematización de datos sobre la diversidad y la diferencia de las culturas”.

Intentaremos mediante esta ficha analizar la obra de Patricio Guerrero Arias teniendo como premisa que el respeto a la identidad cultural es el presupuesto básico para la gobernanza en sus distintos niveles.

La obra trasmite cómo la fiesta de La Mama Negra, un hecho espiritual y sagrado para los latacungueños, puede verse amenazada por la usurpación simbólica de los sectores dominantes locales, haciendo de la misma un acontecimiento meramente político y falto de la identidad cultural del pueblo.

La Fiesta de la Mama Negra es un acto de religiosidad popular que se ha celebrado desde los tiempos de la colonia en la ciudad de Latacunga, Ecuador, durante los días 23 y 24 de Septiembre en honor a la Virgen de Mercedes, patrona de la ciudad, por considerarla la salvadora frente a las erupciones del volcán Cotopaxi.

Guerrero Arias señala que dicha celebración ha sido apropiada por los sectores dominantes transformando su sentido y significación. Estos la han instrumentalizado con el fin de legitimar y ejercer su poder. Se ha “oficializado” para celebrar la independencia de la ciudad cumpliendo ahora una función política beneficiosa para los sectores hegemónicos locales. Detalla que en Noviembre, fecha en la que se festeja esta versión politizada de la Mama Negra, los sectores de poder se apropian de los símbolos, personajes, vestimenta, colorido de la fiesta de Septiembre para vaciar su significado y convertirla así en un acto que persigue intereses completamente distintos a los representados por las clases subalternas.

Para nosotros, la usurpación simbólica es un mecanismo frecuentemente utilizado por las esferas del poder. Esta usurpación hace que los pueblos originarios pierdan el sentido que su cultura le da a ciertos símbolos que para ellos están englobados dentro de una tradición ancestral. El dominio de estos símbolos por parte de los gobernantes no ayuda a la difusión y al cuidado que debe proveer el gobierno, sin importar su nivel, a las identidades de los pueblos. Mantener y proteger estas identidades es un derecho primario para los ciudadanos ya que de lo contrario pierden lo que les es propio, su pertenencia y su perpetuidad.

Retomando la descripción de la obra, la fiesta a la “virgencita” es un dispositivo ritual para acercarse a lo sagrado. La celebración es un tiempo de ruptura de la rutina, es un tiempo de insurgencia. Así, se alteran las dimensiones del poder y los sectores subalternos “encuentran en ella la posibilidad de crear un mundo al revés”(Guerrero Arias, 2004, p. 21).

A esto nosotros agregamos que romper con lo cotidiano e ingresar a un mundo imaginario concede al pueblo una libertad invalorable que le permite un grado de insurgencia frente al status quo. Este es un momento en donde la revalorización de la cultura llega a un punto difícil de alcanzar en el día a día. Aquí se pone en cuestión el ser o no del grupo, aquí se diferencian del resto no de una manera discriminatoria (siguiendo la idea de Guerrero Arias), sino que mediante su discurso y sus prácticas logran mantener su identidad y su cultura. El ritual, punto que profundizaremos más adelante, es también un escenario de conflictos en el que se expresan distintas luchas de sentidos pues está atravesado por relaciones de poder.

Guerrero Arias tiene en cuenta el carácter colonial de la celebración ya que no sólo se realiza la reproducción del capital y la dominación económica, sino la colonización de los imaginarios y los cuerpos. Esto determina lo que él denomina la “internalización de la dominación en los dominados”, lo que ha caracterizado la “colonialidad del poder” basándose en las diferencias raciales. Así es como a la fiesta de Noviembre se la conoce como la de “los blancos” y a la de Septiembre como la de “los tiznados”. Esto produce una frontera simbólica y una dicotomía en la que históricamente se ha presentado al centro como eje del poder y a la periferia como sitio de los dominados.

Ampliando un poco más lo expresado por el autor, quisiéramos agregar que este concepto también puede ser utilizado en cuanto a la cultura y las identidades. La historia de Latinoamérica está signada por la colonización no solo de los territorios y sus recursos, sino también de sus creencias y tradiciones. Esto es algo que se expresó a nivel estatal, de una nación frente a la sumisión de otra, y a nivel gubernamental, respecto de las esferas del poder estatal frente al ciudadano. Así, los pueblos colonizados han sido despojados no solo de lo material, sino también de lo simbólico. han sido obligados a asumir los “imaginarios hegemónicos” dejando de lado sus creencias, imágenes y rituales.

Siguiendo con lo expresado en la obra, la fiesta de Septiembre mantiene las características estéticas, prácticas y valores del mundo andino, las cuales no se han perdido pero han sido modificadas en su sentido generando un desplazamiento hacia los intereses propios del poder. Un ejemplo de esto es “la jocha”, mecanismo de financiamiento propio de la cultura aborigen. Este es un aporte voluntario de la gente para la fiesta, ofreciendo una comparsa, un personaje, bebida, etc. En cambio el sentido de la jocha cambió para Noviembre haciendo de este un aporte que se impone, el Municipio es quien lo solicita.

…los símbolos son el motor de las acciones humanas y sociales que permiten a las sociedades constituirse una razón de ser, un sentido sobre su existencia presente o sobre la posibilidad de pensar la utopía de una sociedad diferente. La conducta humana tiene que ser vista como acción simbólica, es decir que está cargada de significados. Los símbolos no son simples construcciones metafóricas sobre la realidad, sino que son referentes de sentido de la acción social y política.” (Guerrero Arias, 2004, p. 41).

Como define el autor, la cultura es un conjunto de interacciones simbólicas que hacen posible interacciones sociales que están marcadas por el conflicto. Así la cultura se convierte en una lucha por el control de los significados como señalamos anteriormente. Todo este proceso está atravesado por relaciones de poder, haciendo que los sectores poderosos de la sociedad utilicen en beneficio propio características que no le pertenecen.

Teniendo en cuenta lo que Guerrero Arias describe hasta aquí, nosotros quisiéremos destacar cómo las decisiones del poder inciden en la identidad de un pueblo alterando su cultura y su expresión. En cuanto a esto, sostenemos que las mismas deben ser revalorizadas desde un nivel local de gobernanza. No debemos permitir que se instale el concepto de una identidad general ya que esto perjudica a las diferentes culturas que conviven dentro de un pueblo preservando los intereses del poder en desmedro de sus practicas y creencias. Que todos se sientan parte de los mismo, que todos le otorguen el mismo sentido a los símbolos, produce una menor resistencia frente a la manipulación, generando una identidad ilusoria que ayuda a legitimar el ejercicio del poder.

Sostenemos que sin símbolos la sociedad no tiene manera de justificar su existencia. De no tenerlos es común que se recurra a la usurpación simbólica de los mismos. Esta usurpación en general es utilizada además para conseguir un cierto ordenamiento dentro de la sociedad. Eso constituye un acto ilegítimo ya que se práctica a través de la imposición o la violencia en muchos casos.

Volviendo a la descripción del libro, en la celebración de La Mama Negra de Noviembre, los sectores hegemónicos claramente se apropian de la simbología de Septiembre para hacer valer su dominio y poder. Esto, según lo expresado, genera “…un discurso de identidad y unidad que sostiene sus lealtades y hace posible la articulación de la acción social.” (Guerrero Arias, 2004, p. 44).

El autor denomina a esto “traslación de sentido”. Una vez tomados los símbolos, estos no mantienen el sentido originario produciendo una transfiguración del sentido de la realidad, empobreciendo y degenerando el significado y la significación de los mismos. Pierden así su fuerza constructora generando un nuevo sentido que favorece los fines del poder.

Sostiene además que el sentido a la propia existencia lo otorga la interacción simbólica que se da dentro de un grupo que participa de la misma cultura. En la celebración de Noviembre hay un intercambio simbólico pero no una interacción ya que las relaciones dentro del grupo son totalmente asimétricas. En cambio, en Septiembre sí se expresa una profunda interacción simbólica ya que existe una real vivencia del tiempo y del espacio del ritual y un conocimiento por parte del grupo del significado y la significación de ese momento sagrado. Esto nos permite diferenciar lo que constituye un acto cultural de lo que es un acto folklórico, muchas veces conceptos confundidos.

El folklore de Noviembre, para Guerrero Arias, se exterioriza, por ejemplo, en la asignación de los personajes y en la vestimenta que estos deben utilizar de acuerdo a su importancia dentro del ritual. Importancia que se determina según el grado de prestigio que tiene quien se disfraza de tal o cual personaje dentro de la sociedad. Así se reafirman posiciones de poder sin conocer verdaderamente el significado del papel que están representando dentro de la celebración. La fiesta del poder se ha convertido en el “fetiche” y único referente de la identidad latacungueña a través del que se ideologiza la construcción identitaria y el orden social por parte del poder. Esto conduce a la alienación e invisibilidad de las relaciones sociales ya que es la sacralización del objeto vaciado de contenido.

Nosotros creemos que el respeto a la identidad no debería ser incompatible con ningún nivel de gobernanza. Impedir que se desarrolle, con el significado que realmente tiene dentro de una cultura, no por la prohibición de su expresión, sino por no dejar que esta tenga el sentido que tradicionalmente posee, es algo que se genera desde las esferas del poder impulsando para que esto ocurra y desde los sectores subalternos permitiendo que esta transformación de significados funcione.

Así, y siguiendo con la idea de la obra, lo que existe en Noviembre es un rito político que se apropia de lo religioso y lo “disfraza” privilegiando el contenido profano haciendo hincapié en el papel de las autoridades y su poder. Esto posibilita una nueva identidad que muchas veces desde el poder político no se puede obtener.

Guerrero Arias sostiene que la ciudad es el espacio en que ambas fiestas se desarrollan dándole en cada caso una representación distinta. Siempre la celebración ha tenido un carácter urbano ya que se lleva a cabo en torno a los templos de La Merced y El Salto. La ciudad se transforma en un espacio ritual, existiendo en la de Septiembre una apropiación simbólica de los espacios del poder por parte de los subalternos articulándose en base a los lugares sagrados; y en Noviembre reafirmando el espacio del centro, los espacios del poder, no habiendo una intermediación con lo sagrado. En esta última hay una reapropiación del espacio urbano para construir una identidad mientras que en la otra hay una reafirmación de una identidad propia.

Nosotros agregamos a lo expuesto, que a pesar de la diferencias entre ambas celebraciones, queda de manifiesto la relevancia que ejerce lo local en la reafirmación de la identidad y la pertenencia. Como señalamos con anterioridad, el papel de este nivel de gobernanza es fundamental para la supervivencia o no de las tradiciones. Desde el poder se intenta conseguir su legitimidad usurpando símbolos ajenos dentro de la ciudad; mientras que desde el pueblo se produce lo contrario intentando revalorizar su cultura pudiendo mantener intactos sus símbolos sagrados también dentro del marco local. Esto evidencia el valor de “la ciudad” como lugar neurálgico para la producción de transformaciones culturales, políticas y sociales. Todo cambio comienza aquí desde la manipulación y el ejercicio del poder o desde la sumisión y la resistencia.

Para el autor, el tiempo es otro aspecto para analizar. Este es una construcción cultural en la que se expresa otra dimensión de la realidad. El tiempo de la festividad trasporta a los ciudadanos a una dimensión imaginaria cortando con lo cotidiano. Así Septiembre es el tiempo de la “fiesta propia” y Noviembre es el tiempo de la “fiesta folklórica”. Por un lado se constituye la creación de un mundo imaginario donde reina la libertad, la igualdad y la abundancia dentro de esa temporalidad que se logra “extraer” de lo cotidiano, y por el otro lado se produce un desplazamiento de sentido instrumentalizando el tiempo para subsumir al pueblo.

Teniendo en cuenta ambos aspectos, la ciudad y el tiempo, quisiéramos destacar como “el aquí y el ahora” posibilitan la concreción de un fin. En un determinado sitio y durante un determinado tiempo, los sectores hegemónicos legitiman el ejercicio de su poder manipulando las creencias ancestrales de un pueblo primitivo para que logren sentirse parte de una libertad, de una igualdad, de un rol que no les es propio ya que logran formar parte de las esferas del poder sólo bajo esas circunstancias, creando así un imaginario colectivo que se contrapone totalmente con su realidad.

Guerrero Arias, tomando el concepto de “los lugares de la memoria” de Pierre Nora (Ver Nora, 1984), describe la relevancia de la “memoria” dentro de todo este proceso. El discurso del poder durante la celebración es un discurso atravesado por “signos muertos”. Se habla de los ancestros, haciendo del pasado algo aún presente. En cambio en Septiembre el recuerdo está vivo, es el presente y forma parte de la memoria colectiva. Esto es lo que permite continuar con la tradición, siendo así la memoria un instrumento insurgente que les brinda a los dominados una posible liberación. Agrega además que mediante la utilización de la memoria como instrumento vivo, los sectores subalternos construyen un sentido propio de existencia.

Las tradiciones son formas de interpretación de la realidad que dan significado a la experiencia heredada; forman parte del acumulado social de la existencia de un pueblo que es su memoria colectiva, por tanto los marcos de significado y sentido que empleamos para interpretar la realidad.” (Guerrero Arias, 2004, p. 69).

En nuestra opinión, brindarle en cualquier nivel de gobernanza un espacio a las prácticas y creencia de los ciudadanos y a la expresión de su memoria, favorecería la preservación de las identidades de los pueblos. Aspecto reconocido ya en muchos documentos internacionales pero no respetado desde la práctica por la mayoría de los estados que poseen comunidades nativas.

Otro punto a destacar en la obra es que, hacer consciente el pasado es lo que distingue la tradición de la costumbre o el hábito. Además la tradición es esencialmente colectiva y es por esto que se puede instrumentalizar resemantizando su sentido sirviendo a los objetivos del poder como ocurre en la Fiesta de La Mama Negra de Noviembre.

En cuanto a esto, según nuestro criterio, hay que dejar en claro que las clases dominantes sólo pueden crear una tradición usurpando, manipulando los contenidos simbólicos que esa tradición tiene generando en consecuencia un déficit en el sentido de la misma. Por esto se pierde el aspecto trascendente de la fiesta de Septiembre provocando una degradación de la tradición de los latacungueños. Así en Noviembre, como dice Guerrero Arias, “…se evidencia un proceso de invención y usurpación de la tradición; usurpación de sus dimensiones simbólicas para dar sentido al pasado y al presente y adecuarlos al orden que se quiere naturalizar. El orden del poder.” (Guerrero Arias, 2004, p. 72).

Ver y ser visto es otro aspecto que divide ambas celebraciones. Volviendo a la descripción, en Noviembre se ha dejado de lado el uso de la máscara por ejemplo. Esta en Septiembre cumple un papel importante ya que se valora tanto la vestimenta de los personajes como su anonimato. Los sectores hegemónicos al querer ganar prestigio necesitan ser vistos dejando de lado la importancia del personaje y haciendo hincapié en quien lo interpreta.

Así, el pueblo en la celebración de Septiembre queda representado en cada personaje como cuerpo social. Los personajes a su vez no son elegidos, sino que por la tradición y la fe, escogen a quién representarán por años. Todo lo contrario ocurre en Noviembre ya que los personajes son elegidos por el Municipio, perdiendo el sentido del anonimato y representando a los personajes centrales.

Siguiendo con el análisis de la obra, como ya comentamos, existe desde los sectores subalternos el deseo de pertenecer, aunque sea durante el tiempo de la celebración, a las esferas del poder. Así resulta entonces rentable para los sectores hegemónicos, desde lo simbólico, hacer participar a “los otros” creando una “verdadera identidad latacungueña”. De este modo, los conflictos se vuelven invisibles, pero no se anulan, generando en la esfera ritual un discurso de verdad que se encuentra sustentado en una ficción que posteriormente se legitima en autoridad política. En cuanto a esto repetimos que es posible gracias a la usurpación simbólica de las clases hegemónicas, para quienes la celebración significa no sólo un rédito político sino económico considerable que ayuda a la concreción efectiva de su poder.

Guerrero Arias define a la identidad como un sistema de relaciones y representaciones que se tienen de uno mismo y de los otros y sólo se hace evidente en la interacción con el otro determinando así sistemas de preferencias, diferencias, exclusiones e inclusiones. La alteridad es fundamental para la construcción de la identidad.

De este modo observa que a través de la fiesta de Septiembre, los sectores subalternos buscan deslegitimar a la otra buscando un espacio donde sentirse herederos de una auténtica tradición.

…donde hay poder hay resistencia, y no obstante, ésta nunca está en posición de exterioridad respecto del poder. (…) Por definición no pueden existir sino en el campo estratégico de las relaciones de poder. Pero ello no significa que sólo sean su contrapartida, la marca en hueco de un vaciado del poder, formando respecto de la esencial dominación un revés finalmente siempre pasivo, destinado a la indefinida derrota.” (Foucault, 2000, p. 116-117).

Tomando la idea de Foucault en la que señala que todo ejercicio del poder lleva aparejado una actitud de resistencia, Guerrero Arias sostiene que la fiesta de La Mama Negra es el escenario en el que se desarrolla una lucha de sentidos donde se impugna al poder simbólicamente y donde este es cuestionado aunque sin lograr modificar el orden estructural de la sociedad. Se redefine todo claramente, “lo propio” y “lo ajeno”. Todo se polariza entre lo profano y lo sagrado.

A modo de conclusión quisiéramos expresar que esta obra es un claro ejemplo de cómo la cultura y la identidad de los pueblos está estrechamente ligada a un nivel local de gobernanza. Hay que lograr colocar en el centro de este concepto la dimensión humana, como bien explica Claire Launay, y desarrollar una renovación de lo político articulando lo local, lo nacional y lo mundial respetando las diferencias (Ver Launay, 2005).

Para nosotros, suponer que la fuerza que posee una cultura puede ser doblegada frente a intereses ajenos, es darle una valoración negativa a un pueblo entero.

Como podemos reconocer en la realidad, los intereses del poder también van cambiando según las transformaciones que se producen a nivel mundial. Esto, a su vez, provoca una necesidad continua de tomar elementos que no son propios para lograr fines económicos, políticos y sociales en cualquier nivel de gobernanza. Los pueblos nativos, principales perjudicados con todo esto, se ven despojados de su identidad o algún aspecto de ella, a causa de cuestiones que no viven como propias.

La usurpación de la simbología de los pueblos originarios de América Latina ha sido una metodología frecuentemente utilizada para la legitimación formal del poder por parte de los sectores dominantes. Esto genera fracturas a nivel social ya que la identidad es el reflejo más profundo que representa a un pueblo como tal. Vaciar su simbología de contenido implica una pérdida de sentido de la existencia de estas comunidades afectadas, perjudicando directamente al componente humano que caracteriza a la gobernanza.

Mantener el sentido democrático de la gobernanza es fundamental para que las diferentes culturas e identidades sean tenidas en cuenta y de esta forma lograr una cohesión social que se pueda ver reflejada en las instituciones sociales, entidades privadas y gobiernos locales.

 

Références documentaires

- Blengino, Luis, “Gobierno de los otros y gobierno de sí: la estética de la existencia como resistencia al bio-poder”, en

http://www.salvador.edu.ar/vrid/publicaciones/revista/blengino.htm

- Calame, Pierre, La démocratie en mientes, Paris, Editions Charles Léopold Mayer et Descartes et Compagnie, 2003.

- OEA. Asamblea General, Declaración Americana sobre los derechos de los pueblos indígenas, AG/RES. 2234 (XXXVI-O/06), 2006.

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