essay
Relaciones transfronterizas entre atacameños y collas en la frontera norte chilena-argentina
La Desintegración de Espacios y Articulaciones Tradicionales Indígenas.
March 20, 2008Program “Governance”:conceptions and discourses
Dossier Quelle(s) gouvernance(s) sur les frontières latino-américaines ?
KeyWords : citizens ; State Identity South America ; Chile ; ArgentineLa paulatina extinción de las formas tradicionales de gobernanza indígena basadas en la articulación e intercambio de espacios transfronterizos, entre la Puna de Atacama, en el noroeste argentino (NOA) y el desierto de Atacama en Chile, a través de la arriería y el caravanero utilizando pasos fronterizos alternativos, se vincula a procesos ocurridos de las últimas décadas, están relacionados con aspectos económicos, tensiones bélicas, aumento de la presencia del Estado, políticas de integración de zonas aisladas y de control del intercambio destinado a salvaguardar las economías exportadoras de los países limítrofes. Estas restricciones al intercambio tradicional indígena se ha reemplazado tímidamente en los últimos años por ferias fronterizas de ocurrencia esporádica, realizadas bajo la vigilancia y control de organismos del estado.
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Cruzando las Fronteras.
Atravesar la frontera binacional chileno-argentina, que separa el espacio de la puna del desierto de Atacama, cada vez conlleva mayores riesgos para el tránsito tradicional realizado por atacameños y collas, los primeros habitantes de los poblados del Salar de Atacama y los segundos habitantes de la puna y las cordilleras de la provincias de Catamarca, Salta y Jujuy. Aunque esta distinción etno-territorial generaliza, se debe tener en cuenta que las identidades étnicas señaladas tienen una dinámica histórica compleja con deslindes culturales permeables y en muchos casos simbióticos, ello pues la mayor parte de la población que se autoidentifica con los etnónimos colla y atacameño, comparten historias conectadas por las migraciones, el intercambio cultural y económico, por relaciones de parentesco y en algunos casos vínculos de compadrazgo y amistad. Los viajeros collas y atacameños articularon la puna y el Salar de Atacama a través del comercio de ganado y productos provenientes de las economías indígenas o manufacturas conseguidas a uno y otro lado de la cordillera. Pero esta actividad histórica que articulaba espacios económicos y sociales, en las últimas décadas ha tendido a decaer.
Hechos como la detención de arrieros y caravaneros, la confiscación y la destrucción de bienes y la eliminación del ganado transportado, ocurridos a uno y otro lado de la frontera chileno-argentina han afectado estos viajes de intercambio. Durante los años de 1980 la detención y procesamiento judicial de arrieros atacameños, provenientes del pueblo Peine, en el poblado de Nacimiento, cercano a Antofagasta de la Sierra, en la puna de Catamarca1, Argentina, contribuyó a mermar los viajes transfronterizos de intercambio realizados desde esta localidad del salar de Atacama. En 2003, otro hecho conmovió a las familias indígenas. Caravaneros provenientes del poblado de Susques en la puna de Jujuy, arribaron a Toconao, en el Salar de Atacama, con sus llamas cargados con tejidos, hojas de coca, quinoa y otros productos de las tierras de la puna. Viajaban a realizar el tradicional intercambio o cambalache por frutas secas y otros productos pero fueron sorprendidos por la policía chilena, que los detuvo y acusó de ingreso ilegal, procediendo a confiscar y quemar las pertenencias, sacrificaron los animales y les prendieron fuego2. A la fecha, no han vuelto a Toconao nuevos viajeros de la puna. En el invierno de 2006, en la aduana de San Pedro de Atacama miembros de la comunidad colla de Río Jorquera de Copiapó, que volvían de un viaje a Catamarca, en la aduana fronteriza de San Pedro de Atacama fueron inquiridos sobre la procedencia de una caja chayera, instrumento musical tradicional realizado con cuero de cabra, por lo que debieron entregar largas explicaciones para que no fuese confiscada. Lo mismo ocurrió a artesanos del valle de Fiambala los primeros días de marzo de 2008 que atravesaron la frontera por el Paso de San Francisco, en la provincia de Copiapó. Venían a una inaugurar la primera feria colla del trueque y a encontrarse con sus familiares que no visitaban de hace unas décadas. La inspección fue rigurosa en la aduana ubicada a los 3.800 metros de altura, les retuvieron parte del equipaje y una caja chayera que portaban, instrumento usado para cantar vidalas y bagualas y ocupado en los rituales a la pachamama. También confiscaron las hojas de coca de uso común y cotidiano entre los indígenas del noroeste argentino, y una de las mujeres que viajó con su pequeño hijo quedó retenida a la espera que desde argentina se le hiciera llegar los papeles legales que faltaban para autorizar el paso a Chile3.
Los hechos relatados obedecen a dos tipos de relaciones transfronterizas. La primera, la arriería y el caravareno, que corresponde a los intercambios tradicionales de larga data, realizados por miembros de comunidades collas y atacameñas, que ocuparon las rutas y senderos no oficiales para atravesar la frontera fuera del control de los dispositivos de los estados nacionales (Cipoletti 1984). Estas relaciones transfronterizas se sostuvieron en una red de relaciones económicas de complementariedad entre la puna y el desierto de Atacama tradicionales, cuyos antecedentes se puede seguir a lo largo de todo el siglo XX4. El segundo modo de relación transfronteriza efectuado usando pasos habilitados por los Estados, está motivado por el restablecimiento de lazos culturales y rituales, y de contactos familiares entre comunidades indígenas, pero aun carecen del sentido económico de complementariedad y comercio que tenían los viajes de arrieros y caravaneros. Las aduanas fronterizas en Chile y Argentina son un escollo para el desarrollo de intercambios de bienes indígenas, pues el tráfico de productos está sometido a restricciones aduaneras que impiden el paso de productos agrícolas y pecuarios, y el transporte de bienes que no son de uso personal directo están a afecto a cargas impositivas, y las personas deben llevar documentación para el ingreso al país vecino. Nada de esto ocurría en los viajes transfronterizos tradicionales de complementariedad económica-productiva o de comercio efectuado por collas y atacameños.
Creación de la Frontera y la desarticulación territorial.
Las restricciones al intercambio transfronterizo se iniciaron a principios del siglo XX, cuando se firma el tratado chileno-argentino que establece la frontera en Atacama. La línea demarcatoria separó un espacio históricamente integrado, puesto que la puna y la parte septentrional del desierto, que incluye el Salar de Atacama, perteneció a la republica de Bolivia, y formaban parte de la jurisdicción denominada Atacama La Alta, a la que pertenecían las localidades de San Pedro de Atacama, Susques, Pastos Largos y Antofagasta de la Sierra. Después de la Guerra del Pacifico (1879), Chile ocupa todo el desierto y hasta fines del siglo XIX la frontera fue un área difusa. La puna de Atacama continua en poder de Bolivia y pretendida por Chile y Argentina (Sanhueza 2001). En 1889, la puna de Atacama es cedida por Bolivia a Argentina y esta entrega Tarija. Enseguida, Chile y Argentina deben determinar la línea fronteriza, cuestión que se alcanza por el tratado limítrofe de 1901 (Riso Patron 1906).
El nuevo límite internacional desarticuló el espacio geográfico relacional de la puna y el desierto de Atacama existente bajo la jurisdicción de Bolivia. La separación en apariencia cortó los lazos culturales y económicos entre las comunidades indígenas que quedaron ubicadas a uno y otro lado de la frontera. A partir de ese momento, las relaciones de la población indígena colla y atacameña, se transformaron en relaciones transfronterizas. Los estados nacionales habilitaron entonces pasos fronterizos oficiales, establecieron aduanas, puestos de policía y de control sanitario, de modo de controlar el tránsito de personas, el tráfico de mercaderías y de ganado, y hacer imperar el ordenamiento legal de cada país, entre estos los tratados de comercio, de libre tránsito, y las políticas de migración. La constitución de frontera argentina-chilena no fue un obstáculo insalvable para collas y atacameños, pues la puna y el desierto de Atacama continuaron siendo áreas con una débil presencia de los estados nacionales, y quedó un gran espacio de acción para el tránsito transfronterizo no oficial (Molina 2007). Estos territorios tuvieron durante años una débil presencia del estado, y desde la perspectiva geopolítica se les consideró fronteras internas (Escamilla 1999). En estos espacios los intentos de asimilación o integración cultural de los indígenas a los valores dominantes de la cultura nacional, fueron febles por largo tiempo, considerándoles fronteras de conquista, el espacio de fricción “entre la civilización y el salvajismo” en el sentido colonial de Turner (1893) o fronteras culturales que desarrolla Cebrelli (2002).
Hasta la década de 1970, la puna de Atacama en Argentina, fue un lugar de difícil acceso, sin caminos adecuados y deficiente comunicación (Benedetti 2003 y 2005, Jiménez y Pessina 1993), y el desierto de Atacama un espacio conocido sólo en torno a los enclaves mineros, con una vialidad mayormente en desuso del tiempo de prosperidad de las salitreras y de las minas de plata. Las instituciones estatales se ubicaron lejos de la puna y el desierto, sólo los puestos de la policía y gendarmería se dislocaban en los sectores aislados utilizados para el tránsito por arrieros y caravaneros indígenas. Las aduanas, en el sector argentino se emplazaron en las nacientes o cabeceras de los valles ocupados para el tráfico ganadero (Conti 2003 y 2006, Molina 2007) y en el sector chileno las instituciones del Estado, se establecieron en San Pedro de Atacama. La frontera en largos trechos quedó desprovista de la presencia de las instituciones y agentes estatales, lo que facilitó la continuidad del intercambio transfronterizos tradicional entre collas y atacameños.
Modos indígenas de articulación transfronteriza.
La característica de los intercambios transfronterizos indígenas, colla y atacameño, se enmarcan en una realidad social comunitaria que se desenvuelve fuera del alcance de la percepción administrativa del estado (Guerrero y Platt 2000). A diferencia de la arriería hacendal de los siglos XIX y XX, que transportaba ganado desde Salta hacia el Salar de Atacama, durante el ciclo minero y salitrero, y que pasaba por aduanas, siendo registrada por las estadísticas de los estados fronterizos5, los viajes de intercambios entre collas y atacameños, diseñaban la ruta evitando el contacto con las instituciones del poder, y se distinguían por estar sustentados por arrieros y caravaneros que movilizaban sus propios productos y bienes y consideraban llevar y traer los obtenidos en el trueque o cambalache.
Los arrieros ocupaban mulas para sus desplazamientos y los caravaneros llamas, estos movilizaban animales de sus unidades económicas o adquiridos a buen precio en uno y otro lado de la cordillera, transportaban bienes de producción domestica-artesanal, productos agrícolas propios y productos manufacturados o tecnológicos adquiridos en centros urbanos o mineros (Molina 2007). En los intercambios consideraban la obtención de las preciadas hojas de coca, compradas en diversos pueblos en medidas de tambo y cesto. La coca formaba parte de circuitos extraregionales de intercambio (Abduca 1997, Saignes y Bourliaud 1992)6.
Los intercambios transfronterizos tradicionales se realizaron con frecuencia hasta la década de 1970, aunque subsistieron hasta hace unos años. Ellos pueden considerarse constitutivos de la complementariedad económica-productiva y de redes de comercio indígena entre comunidades alejadas y localizadas en pisos ecológicos diversos. Estos intercambios articularon el espacio de la puna y el desierto de Atacama, prescindiendo, collas y atacameños, de las fronteras internacionales.
Ocaso de los intercambios transfronterizos
El intercambio transfronterizo tradicional fue considerado contrabando por los estados nacionales Argentino y Chileno. Cuando tuvieron la ocasión, persiguieron a arrieros y caravaneros, efectuando detenciones de personas y confiscaron animales y bienes, algunos hechos quedaron escritos en los partes policiales de ambos países y grabados en la memoria de las propias comunidades de la puna y el salar de Atacama.
A la persecución del contrabando indígena se deben agregar otros factores que han influido en el ocaso de los intercambios tradicionales efectuados por miembros de comunidades collas y atacameñas, como el cierre y minado de fronteras, el aumento de la obras y presencia del estado, la aplicación de políticas sanitarias restrictivas, la penetración de la minería y otros factores sociales y ambientales que se describen.
Después de 1970, el cierre de la frontera chilena-argentina ocurrió en dos oportunidades. La primera en 1973, tras el golpe militar en Chile se cerró los pasos fronterizos y aumentó la vigilancia para evitar la fuga a la argentina de opositores a la Junta Militar, y consecuentemente el régimen de facto aumentó la presión por la “chilenizacion” entre los atacameños. La segunda oportunidad fue en 1978, a raíz del diferendo austral argentino-chileno que creó un clima bélico en ambas naciones. Durante este periodo los pasos fronterizos más aislados estuvieron bajo vigilancia militar, y fueron instalados campos minados en la mayoría de las rutas utilizadas por arrieros indígenas (Karasik 2003, Molina 2007), lo que trajo consigo, un mayor peligro e inhibición al desplazamiento transcordillerano de collas y atacameños. Arrieros que realizaron viajes de intercambio desde Peine a Antofagasta de la Sierra fueron interceptados, detenidos e interrogados por fuerzas policiales, creyéndoles que desarrollaban labores de espionaje, y pastores sufrieron la pérdida del ganado que ingresaba a los campos minados distribuidos en la frontera7.
Con posterioridad la puna de Atacama fue objeto de planes del estado para aumentar su integración y seguridad nacional, construyéndose nuevos caminos que llegaron a lugares aislados de la puna (Jiménez & Pessina 1993). Ello ayudó a que el abastecimiento de algunos productos manufacturados, alimentos, bienes y servicios y las atenciones del estado llegaran con mayor rapidez, favoreciendo la influencia de la autoridad estatal. Los caminos ayudaron a que la producción indígena se comercializara entre pueblos de la puna y los valles del noroeste argentino y sólo algunos asentamientos indígenas de la puna siguieron en un relativo aislamiento, sosteniendo esporádicos intercambios transfronterizos con poblados del salar de Atacama.
A su vez, en el salar de Atacama también operaron procesos que inhibieron los intercambios transfronterizos. Uno de ellos de orden natural fue la disminución de precipitaciones que se presentó desde varias décadas atrás (1960-1970) lo que ha provocado la disminución de pastos y la reducción de la actividad ganadera y agrícola. Se suma a esta declinación, que en los pueblos del salar, la población juvenil y adulta se ha enrolado en actividades asalariadas de la minería instaladas en el salar a partir de la década de 1980, o bien han migrado a ciudades con fines de estudio y trabajo, lo que ha repercutido en la recambio generacional de pastores y agricultores. Otro, proceso ha sido, la reducción de la distancia y el aumento de la influencia y control del estado en las localidades indígenas, principalmente al crearse en los años 1980 el municipio de San Pedro de Atacama, lo que aumentó el asistencialismo en las comunidades atacameñas.
Las políticas de los estados también han influido en la restricciones a la movilidad para el intercambio tradicional, en la medida que la legislación dictada favorece los modelos agroexportadores de cada país. Esto implica un mayor control y prohibición al ingreso de animales en pie y de productos agrícolas, como ocurrió a los caravaneros de Susques que en años recientes llegaron a Toconao a intercambiar productos, y sufrieron la confiscación del ganado y los bienes. A ello se suma la prohibición del consumo de hojas de coca en Chile y el dilatado prejuicio en contra de los indígenas para responsabilizarlos de tráfico de drogas.
En los años recientes, la llamada integración binacional chileno-argentina ha significado la apertura de nuevos pasos fronterizos, Jama y Pircas Negras, y la firma de tratados de cooperación binacional tanto mineros, comerciales y turísticos, los que nuevamente han olvidado a las comunidades collas y atacameñas, como ocurrió al momento de establecer la línea de frontera. Lo dicho sumado a los acontecimientos y cambios ocurridos en las últimas tres décadas, estaría explicando el ocaso del intercambio tradicional transfronterizo entre collas y atacameños, quienes mantuvieron la articulación de territorios culturales y ecológicamente complementarios, lo que constituyó una forma de gobernanza indígena de la puna y el desierto de Atacama.
Epílogo
Las comunidades atacameñas y collas en los últimos años han tratado de suplir las restricciones al intercambio transfronterizo tradicional, mediante la realización de ferias fronterizas de trueque, que se efectúan de modo esporádico y bajo la mirada y control de los organismos del estado. Una de estas se efectuó en la localidad de Catúa, Argentina, pero no tuvo valor comercial debido a las restricciones impuestas en Chile al ingreso del tipo y número de productos. Sin embargo, posibilitó el contacto cultural, el reencuentro y la posibilidad de pensar un proyecto que considere a los indígenas en la gobernanza de los espacios transfronterizos8. A esta experiencia se ha sumado la comunidad colla de Copiapó, la que recientemente, en marzo de 2008, efectuó en la localidad de Río Jorquera la primera feria de trueque con Fiambala, Argentina, restableciendo vínculos familiares, contactos culturales y sociales que los caracterizaron décadas atrás.
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Notes
1: Comunicación personal de Omar Ramos, poblador de Nacimiento (Enero de 2006). Ratificada por dirigentes de la Comunidad de Peine, en Mayo de 2006.
2: Comunicación personal de la Doctora Viviana Conti (Mayo 2007) y de dirigentes de la comunidad atacameña de Toconao (Enero de 2008).
3: Comunicación personal con los afectados.
4: Los intercambios y articulaciones entre la puna y el desierto también pueden reconocerse para siglo XIX (ver; Gil Montero, 2004, Lera 2007, Meister et al.1963), al periodo colonial (ver; Sanhueza1991, Santamaría1996), y en tiempos prehispánicos como lo demuestran los estudios arqueológicos (Tarragó, 1984).
5: En el caso de la arriería hacendal, los estudios hablan de las articulaciones entre el NOA y el desierto de Atacama, desde el periodo colonial (Sanhueza1991, Santamaría1996), y en el siglo XIX informan sobre el arrieraje entre el NOA, Bolivia y Chile (Gil Montero, 2004, Lera 2007, Meister et al.1963). Los estudios de la arriería, centrados en el transporte de ganado vacuno a Chile, se enmarcan en el ciclo salitrero, desarrollado entre 1880 y 1930 (Conti 2003 y 2006, Denis 1920, Lera 2007). Otros autores amplían la arriería hacendal hasta el momento de construirse el ferrocarril de Antofagasta a Salta en 1945 (Benedetti 2005a), y Del Valle y Parrón (2006) aportan cifras de exportación hasta el año 1954.
6: Cipolletti (1984) estudió el tráfico caravanero entre Lípez, Jujuy, hacia Atacama, y la arriería intrarregional ha sido trabajada por Garcia et al.(2002), García & Valeri (2007) y Göbel (1998). La arriería hacendal ha sido estudiada desde la perspectiva formal, privilegiando las estadísticas.
7: Son numerosos los relatos que se escuchan en los pueblos del Salar de Atacama respecto de los accidentes y pérdida de ganado producto de la existencia de campos minados. En una reunión en la localidad de Talabre, en el año 1995, escuché sobre la pérdida de ganado que ingresaba al campo minado que se encontraba en las faldas de la vega de Pular donde pasta durante el verano.
8: Comunicación personal de Osvaldo Galleguillos Presidente del Consejo de Pueblos Atacameños, Chile. (Julio de 2007)
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